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ANGEL ESCOBAR
( Cuba
Ángel Escobar Varela (1957 – 1997), poeta, narrador, dramaturgo cubano. Algunos aseguran que después del escritor César Vallejo, Ángel Escobar es el segundo poeta latinoamericano que consigue sumergir a sus lectores en el fondo del abismo, al mostrar imágenes y situaciones absolutamente embadurnadas de tristeza. Ángel Escobar se quitó la vida el 14 de febrero de 1997.
Obras
Epílogos Famosos. 1985 (Poesía); La Vía Pública. 1987 (Poesía); Abuso de confianza. 1992 (Poesía); Cuéntame lo que me pasa. 1998 (Cuento); La sombra del decir. 1998 (Poesía); El examen no ha terminado. 1999 (Poesía); Cuando salí de La Habana. 1999 (Poesía)
TEXTO EN ESPAÑOL - TEXTO EM PORTUGUÊS
ARIAS DE LA CANA, Fredo, org. Estudio protoidiomático. Poesia cubana - Portada: Dos mujeres, de Victor Manuel García Valdés. México: Frente de Afirmación Hispánica, 2021. 28 p.
Ex. doação do livreiro Brito - DF
El escogido
Sobre esta piedra está mi cabeza.
Y sobre mi cabeza está la luna.
Saber eso no reconforta a nadie.
Menos aún saber que sobre la luna
hay otra cabeza y otra piedra.
Y que la suma de actos y palabras
que he cometido terminaran aquí.
En otra cabeza, otra piedra y otra luna
que no son ni estas ni aquellas
que por desidia y vanidad mentábamos.
Esto no me separa de mi destino:
El día, la noche, el animal y el límite.
Hay además qué corva infinitud donde
la cabeza es la piedra y la piedra
es la luna. Lunas, cabezas, piedras
no son conjuntos sucesivos. Ni son
las caras de mi cara en el lago.
Sé que sólo los ruidos en que ardo se suceden.
Y que sólo mi discurso es dado al espectáculo.
Sé que cada una de estas proposiciones
vuelve inútiles las cabezas, las piedras
y las lunas de los mayores. Y sé
que la conclusión de alguno inutilizará
las mías. Hoy todo arquetipo es vano.
No necesito ya ninguna justificación
entre los símbolos. Voy a morir.
Mi cuerpo es sólo un cuerpo acuclillado.
Nada saben ni la blanca explanada
ni el cuchillo. Sólo por mí repiten
su intercambiable suma de razones.
No eran el filo y la extensión, sino sólo
lo que aquí me esperaba. Ni los pasos ni el tacto,
ese rescoldo, el gusto de caminar y ver
y tocar y bien decir me hacen invulnerable.
No evitan las antorchas ni esta última hora.
Sólo yo sé mi nombre, sólo yo sé
de la obsesión de un número. – Buscan y hallan
nombre y número el centro en donde no hay más
que otros nombres y números y eclipses--.
Me matan. Lo hacen como si yo fuera otro.
Mi sangre topará con los terrones
filosos que jugando juré que eran
la prefiguración de los cuchillos.
Ahora son los cuchillos. No hay juego
ni juramento que no hayan sido el juego
y el juramento que ahora signan mi muerte.
A toda esta ceremonia la llaman
sacrificio. Ah, yo también hurgaba
entre los peces de los días, las cifras
y las nomenclaturas. Yo también vi
imágenes demasiado veloces para el sueño.
Intuí una orden que no era la vigilia.
Fui lo ínfimo. Fui la totalidad.
O creí intuir y ver y ser. Ahora
mi cuerpo es sólo un cuerpo en el que chocan
luz y sombra y se acabó y no vuelvas.
Pero entre candelas y ojos miro y ardo.
Soy lo que fui. Soy lo que no seré.
Soy realidades excesivamente arduas:
Lunas, cabezas, piedras, ceremonias.
No quiero saber que huyen, no quiero saber cómo
las cosas a hurtadillas se escapan de sus nombres.
Voy a mentir, voy a mentir como se miente:
"Están ahí. Y ahí me son ajenas."
No. El ajeno soy yo. Tampoco alegra
imaginar que acaso mi muerte estaba escrita
y que alguien, en su lugar, parsimonio, lee:
"El fugaz dardo ya se olvidó del arco.
Desconoce si hay un capricho más:
Desliz, esplendor, máscara u objeto."
Es mi muerte. Mi muerte. Esa es mi muerte.
Todo se acaba. Oh, no. Ay, pirámide. Ay, luna.
Continúa la espiral. Continúa el círculo.
Y qué, si en espiral y círculo me apago.
Vienen. Lo harán. Yo, lo escogido. Ya ni excepción.
Ni norma. Me aferran. Todo lo que temí
me envuelve. Todo lo que anhelé me acoge.
Insolencia, pavor, anhelo, error acuden.
Son este blanco y terco día entre
todos los días. Son el minucioso tajo
del cuchillo. Son esta franja oscura y son
este recinto donde lo más arduo es
no poder escapar del conocimiento.
TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução de ANTONIO MIRANDA
O escolhido
Sobre esta pedra está minha cabeça.
E sobre minha cabeça está a lua.
Saber isso não reconforta ninguém.
Menos ainda saber que sobre a lua
tem outra cabeça e outra pedra.
E que a soma de atos e palavras
que eu cometi terminaram aqui.
Em outra cabeça, outra pedra e outra lua
que não são nem estas nem aquelas
que por desídia e vaidade imaginávamos.
Isto não me separa de meu destino:
O dia, a noite, o animal e o limite.
Há além disso que paralisada infinitude onde
a cabeça é a pedra e a pedra
é a lua. Luas, cabeças, pedras
não são conjuntos contínuos. Nem são
as caras de minha cara no lago.
Sei que apenas os ruídos em que ardo se sucedem.
E que somente meu discurso é dado ao espetáculo.
Sei que cada uma destas propostas
tornam inúteis as cabeças, as pedras
e as luas dos idosos. E sei
que a conclusão de alguém inutilizará
as minhas. Hoje todo arquetipo é em vão.
Não necessito já de nenhuma justificativa
entre os símbolos. Vou morrer.
Meu corpo é apenas um corpo agachado.
Nada sabem nem a branca esplanada
nem a faca. Somente por mim repetem
sua permutável soma de razões.
Não eram a borda e a extensão, senão apenas
o que aqui me esperava. Nem os passos nem o tato,
essa cinza, o gosto de caminhar e ver
e tocar e bem dizer me tornam invulnerável.
Não evitam as tochas nem esta última hora.
Somente eu sei o meu nome, somente eu se
da obsessão de um número. — Buscam e acham
nome y número o centro aonde não tem mais
que outros nomes e números e eclipses.
Me matam. Fazem isso como se eu fosse outro.
Meu sangue topará com os torrões
afilados que jogando jurei que eram
a prefiguração das facas.
Agora são as facas. Não tem brincadeira
nem juramento que não tenham sido a brincadeira
e o juramento que agora assinam a minha morte.
A toda esta ceremônia consideram
sacrifício. Ah, eu também vistoriava
entre os peixes dos dias, as cifras
e as nomenclaturas. E também vi
imagens demasiado velozes para o sonho.
Intuí uma ordem que não era a vigília.
Eu era o ínfimo. Era a totalidade.
Ou pensei ser e ver e ser. Agora
meu corpo é apenas um corpo em que chocam
luz e sombra e se acabou e não regressa mais.
Mas entre velas e olhos miro e ardo.
Sou o que eu era. Sou o que não serei.
Sou as realidades excessivamente árduas:
Luas, cabeças, pedras, ceremônias.
Não quero saber se fogem, não quero saber como
as coisas sorrateiramente escapam de seus nomes.
Vou mentir, vou mentir como se mente:
"Estão aí. E aí me são estranhas."
Não. O estranho sou eu. Tampouco contenta
imaginar que acaso minha morte estava escrita
e que alguém, em seu lugar, parsimônio, lê:
"A seta fugaz não esqueceu do arco.
Desconhece se existe um capricho a mais:
Deslize, esplendor, máscara ou objeto."
É a minha morte. Minha morte. Essa é a minha morte.
Tudo se acaba. Oh, não. Ai, pirâmide. Ai, lua.
Continua o espiral. Continua o círculo.
E que, si em espiral e círculo me apago.
Vem. Farão. Eu, o escolhido. Já sem exceção.
Nem norma. Me agarram. Tudo o que eu temia
me envolve. Tudo o que aspirava me acolhe.
Insolência, pavor, desejo, erro acodem.
São este branco e teimoso dia entre
todos os dias. São o minucioso talho
da faca. São esta franja escura e são
este recinto onde o más difícil é
não poder escapar do conhecimento.
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Página publicada em fevereiro de 2023
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